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8M y Genderwashing

En los últimos años, la discusión sobre la representación de las mujeres en cargos directivos ha cobrado relevancia, evidenciada por informes y análisis que buscan medir la igualdad de oportunidades en relación con los hombres.


Recientemente, El Mercurio destacó a las 30 mujeres más influyentes en LinkedIn en Chile, señalando un aumento del 11% en el número de directoras. Sin embargo, un análisis paralelo del mismo medio revela una realidad distinta: los 30 CEO más influyentes en la misma plataforma son exclusivamente hombres.


Este fenómeno ha dado lugar a la creación de rankings que resaltan la participación femenina, pero que, en realidad, ocultan avances limitados en materia de género. Al comparar a hombres y mujeres con trayectorias laborales similares, las directoras ejecutivas tienden a desaparecer de estas listas. 


Si bien es crucial reconocer y celebrar a aquellas mujeres excepcionales que han logrado romper barreras sociales y culturales, también es fundamental no caer en la ilusión de igualdad que impide implementar medidas efectivas para cerrar la brecha de género.


Un ejemplo claro de esta problemática se observó en el reportaje de La Segunda 2022 titulado "Estudios de abogados: El emergente poder femenino", que destacaba a dos grandes firmas bajo el lema "Los grandes bufetes con más mujeres entre sus socios", sin embargo, un análisis más profundo, reveló que, de 40 y 50 socios en cada firma, apenas cinco eran mujeres. 

 

Un relato a medias

De acuerdo con el Sexto Reporte de Indicadores de Género en Empresas en Chile 2024, elaborado por los ministerios de Economía y Hacienda, Fundación Chile Mujeres y la OIT, las mujeres constituyen cerca del 40% de la fuerza laboral en aquellas empresas analizadas. No obstante, en la gerencia de primera línea, su representación se reduce al 25,6%, y en los directorios, apenas al 22,1%. Alarmantemente, el 35,4% de las empresas analizadas no cuentan con ninguna mujer en posiciones de gerencia.


Por lo tanto, surge la pregunta: ¿Es posible hablar de una meritocracia genuina y de la ausencia de sesgos de género en un entorno laboral donde más del 40% de la fuerza laboral son mujeres, pero su representación en altos cargos es prácticamente la mitad? La respuesta es evidente: el genderwashing no solo desdibuja la realidad, sino que también perpetúa una cultura empresarial que necesita urgentemente un cambio.
 

 

 

 

 

 

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